sábado, 5 de noviembre de 2011

Claude Monet

Claude Monet en 1899
 

Claude Orayan Monet (14 de noviembre de 1840 en París - 5 de diciembre de 1926 en Giverny) fue un pintor francés a quien a partir de la mitad de su carrera artística se incluye en el estilo impresionista.
Sus primeras obras, hasta la mitad de la década de 1860, son de un estilo realista. Monet logró exponer algunas de estas obras en el Salón de París. A partir del final de la década de 1860 comenzó a pintar obras impresionistas. Un ejemplo de este período creativo es la vista del puerto de El Havre titulada Impresión, sol naciente, que le dio nombre al movimiento. Esta desviación del gusto de la época, que era marcado por las academias de arte, empeoró su situación económica. En la década de 1870 tomó parte en exposiciones de arte impresionista en las cuales también participaron Pierre-Auguste Renoir y Edgar Degas. Su carrera fue impulsada por el marchante Paul Durand-Ruel, pero a pesar de esto su situación financiera permaneció siendo difícil hasta mediados de la década de 1890. En esta época, Monet desarrolló el concepto de la «serie» en las que un motivo es pintado con distintos grados de iluminación. Al mismo tiempo comenzó a plantar su famoso jardín en Giverny que luego utilizó como motivo para sus pinturas.

La Terrasa de Saint-Adresse - 1867 - Museo Metropolitano de N.Y.
Ningún pintor del grupo fue tan puramente impresionista como Monet. En su obra el factor dominante es un claro esfuerzo por incorporar el nuevo modo de visión, sobre todo el carácter de la luz, mientras que la composición de grandes masas y superficies sirve únicamente para establecer cierta coherencia. Por su parte, Renoir fue el pintor que nos convence de que la estética del Impresionismo fue, sobre todo, hedonista. El placer parece la cualidad más evidente de su obra, el placer inmediato y ardiente que produce en él la pintura. Nunca se dejó agobiar por problemas de estilo y llegó a decir que el objeto de un cuadro consiste simplemente en decorar una pared y que por eso era importante que los colores fueran agradables por sí mismos.
Desayuno en la hierba - 1866 - Museo Orsay (París)
De todos los impresionistas, Monet fue el que con más énfasis practicó el plenairismo, es decir la práctica de la pintura al plein-air (en francés: 'aire pleno, total' y también - y ese es el significado que aquí más nos importa- aire libre). La pintura al aire libre. Aunque existe gran cantidad de pintores paisajistas previos a Monet, se nota en ellos que la factura de sus obras ha sido realizada principalmente dentro del taller tras un previo esbozo. Hasta la segunda mitad de S.XIX, las pinturas (óleo, temple) eran realizadas artesanalmente y envasadas en frascos, vejigas, etc. La invención de los pomos (un positivo producto de la Revolución industrial), permitió a los pintores llevar sus óleos o temperas al aire libre, bajo el sol, sin que estos elementos se secaran u oxidaran rápidamente como había sucedido hasta entonces. Bien que este aporte industrial no bastó: se requirió de genios, y un genio para la pintura al plein-air (y para la pintura universal) nos ha resultado Monet.
Dama con parasol - 1865 - Museo Orsay (París)
Al aire libre, bajo la luz solar, pudo minuciosamente observar y plasmar casi inmediatamente, a «brochazos», a plena macchia, Monet los efectos de la luz sobre los objetos, los cambios, las vibraciones de esa luz; es por tal razón que la pintura de Monet nos resulta especialmente vital, aunque su vitalidad sea una serena vitalidad, llena de armonías.
En 1890 se estableció en Giverny, pueblo cercano a París y, sin embargo, a salvo del tráfago urbano; allí en torno a su casa construyó una suerte de "jardín japonés", en el que se destaca el estanque con ninfeas, y nenúfares. Inspirado en ese ambiente, aunque estuviera casi ciego ya, inició en 1906 la serie de cuadros que tienen por tema a tales plantas florales acuáticas (los cuadros de ninfeas y nenúfares pueden admirarse actualmente en el museo parisino de La Orangerie).
Todo puede deducirse de una simple afirmación que Monet hizo en diversas ocasiones:
El motivo es para mí del todo secundario; lo que quiero representar es lo que existe entre el motivo y yo.
Fuente: Wikipedia
 

martes, 1 de noviembre de 2011

Caperucita roja y el lobo - Roald Dahl

Dejo un poema, tanto en inglés como en castellano, extraído del libro de Roald Dahl "Cuentos en verso para niños perversos"


Little Red Riding Hood and the Wolf

As soon as Wolf began to feel
That he would like a decent meal,
He went and knocked on Grandma’s door.
When Grandma opened it, she saw
The sharp white teeth, the horrid grin,
And Wolfie said, “May I come in?”
Poor Grandmamma was terrified,
“He’s going to eat me up!” she cried.
And she was absolutely right.
He ate her up in one big bite.
But Grandmamma was small and tough,
And Wolfie wailed, “That’s not enough!
I haven’t yet begun to feel
That I have had a decent meal!”
He ran around the kitchen yelping,
“I’ve got to have a second helping!”
Then added with a frightful leer,                                            
“I’m therefore going to wait right here
Till Little Miss Red Riding Hood
Comes home from walking in the wood.”
He quickly put on Grandma’s clothes,
(Of course he hadn’t eaten those).
He dressed himself in coat and hat.                                                  
He put on shoes, and after that,
He even brushed and curled his hair,                             
Then sat himself in Grandma’s chair.
In came the little girl in red.
She stopped. She stared. And then she said,
“What great big ears you have, Grandma.”
“All the better to hear you with,”
the Wolf replied.
“What great big eyes you have, Grandma.”
said Little Red Riding Hood.
“All the better to see you with,”
the Wolf replied.
He sat there watching her and smiled.
He thought, I’m going to eat this child.
Compared with her old Grandmamma,
She’s going to taste like caviar.
Then Little Red Riding Hood said,
“But Grandma, what a lovely great big                                       
furry coat you have on.”
“That’s wrong!” cried Wolf.
“Have you forgot
To tell me what BIG TEETH I’ve got?
Ah well, no matter what you say,
I’m going to eat you anyway.”
The small girl smiles. One eyelid flickers.                                    
She whips a pistol from her knickers.
She aims it at the creature’s head,
And bang bang bang, she shoots him dead.
A few weeks later, in the wood,
I came across Miss Riding Hood.
But what a change! No cloak of red,
No silly hood upon her head.
She said, “Hello, and do please note
My lovely furry wolfskin coat.”


Caperucita Roja y el Lobo.
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
“¿Puedo pasar, Señora?”, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: “¡Este me come de un bocado!”.
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
“Sigo teniendo un hambre aterradora…
¡Tendré que merendarme otra señora!”.
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
“¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!”
-que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperucita a mediodía
y dijo: “¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!”.
“Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas”. “¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!”. “Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista”, dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: “¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”.
El Lobo, estupefacto, dijo: “¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.
               Al poco tiempo vi a Caperucita
                  cruzando por el Bosque… ¡Pobrecita!
                  ¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
                  Pues nada menos que un sobrepelliz
                 que a mí me pareció de piel de un lobo
                 que estuvo una mañana haciendo el bobo.